Mis desnudos son quizás, por el primer impacto visual, las fotografÃas en las que más evidente resulta mi interés por la sexualidad, entendida como la amplia manifestación de la psicologÃa individual y muy alejada del reduccionismo que suele sufrir. Identificándome con muchos aspectos de la teorÃa queer y considerándome disidente del sistema sexo-género, rechazo todo esencialismo biologicista y binarismo de género. Al contrario de como ocurre en nuestra cultura actual, me recuerdo desde siempre con una inclinación a enfatizar no las diferencias sino las similitudes y analogÃas entre caracteres sexuales, como la relación analógica que existe entre testÃculos y ovarios, glande y clÃtoris, caracterÃsticas como que todos el mundo tenga pezones, etcétera. Más allá de la reproducción sexual, el sexo para mà no existe más que como concepto represor de aspectos de nuestras sexualidades, y no resulta difÃcil difuminar las diferencias entre caracteres sexuales secundarios y llevar al espectador a confusión. Pero a pesar de considerar que una inmensa cantidad de caracterÃsticas tratadas como puramente biológicas tienen una gran base cultural, el concepto de pureza me provoca repulsión. Cada individuo es un cúmulo de factores biopsicosociales y no puede escapar a ninguno de los tres factores. Es por ello que, como feminista, le doy una gran importancia al cuerpo y a la utilización y opresión a la que se ve sometido, reivindicando a través de su manifestación visual, incluyendo planos detalle de fluidos y zonas tabú que forman parte de él, la recuperación y reapropiación de nuestros propios cuerpos y de cómo nos apetezca disfrutar de él, mostrándolo como arma de resistencia contra todo puritanismo y provocando en no pocas ocasiones que se revelen una visión negativa hacia la sexualidad y actitudes homófobas y tránsfobas en gente que se considera liberal o se muestra como tal.
“El sexo y el dolor forman la identidad carnal†(William Burroughs)